Estudios neurocientíficos han
descubierto que existen dos tipos de sonrisas: una verdadera y otra falsa y la
activación cerebral que producen es totalmente distinta.
La sonrisa que nace de
nuestro interior, hace que se vean en nuestro rostro los estados de ánimos
positivos, y a través de estudios por
imágenes del cerebro, se ha demostrado que si aprendemos a expresarla, aunque
no la sintamos realmente, podemos llegar a desarrollar un estado de ánimo que
se corresponda con la misma, y cambiar el rumbo cuando las emociones negativas nos invaden.
La primera de
estos dos tipos de sonrisas, llamada “sonrisa de Duchenne” (en honor a su
descubridor, Guillaume Duchenne) es genuina. La comisura de los labios se
levanta y la piel del contorno de los ojos se arruga (como las patas de gallo).
Resulta extremadamente difícil controlar de forma voluntaria los músculos
encargados de dichos movimientos: el orbicularis oculi (alrededor de los ojos)
y el zygomaticus mayor (desde las mejillas a esquina de labios).
La otra sonrisa
denominada “sonrisa PanAm” (en honor a las azafatas de los anuncios televisivos
de la ya desaparecida aerolínea) o “sonrisa profesional” es fingida y no
presenta ninguno de los rasgos de la de Duchenne.
Según las observaciones
de Duchenne, la contracción del músculo orbicular del ojo no se hallaba bajo el
control voluntario, sino que sólo se activaba, cuando la persona estaba experimentando verdadera alegría.
Muchos años
después, dos neurocientíficos, los Dres. Richard Davinson y Paul Ekman, demostraron que las sonrisas
falsa y verdadera, eran la consecuencia de dos distintos patrones de actividad
del cerebro, destacando que la sonrisa verdadera siempre traía aparejada la
contracción del músculo orbicular del ojo, tal cual lo había subrayado Duchenne.
Pero lo más
sorprendente, es que también observaron que la contracción voluntaria de dicho
músculo, producía una mayor actividad del girus frontal izquierdo intermedio,
un área que, según los investigadores, es uno de los asientos de las emociones positivas.
Cuando el girus
frontal izquierdo intermedio se activa, la persona manifiesta signos evidentes
de sentimientos positivos, como el entusiasmo, el optimismo y la alegría.
A partir de este
dato, se puede deducir que todos los seres humanos tenemos un pulsador (el
músculo orbicular de los ojos), que nos permite activar, conscientemente, el
área cerebral que nos lleva a sentirnos de buen ánimo.
Y como disparador
de emociones positivas, la sonrisa es una herramienta a tener en cuenta si
deseamos controlar o inhibir emociones negativas, como la ira, la tristeza o el
miedo, porque no es posible transitar dos estados emocionales
opuestos al mismo tiempo.
Este es un ejemplo de cómo las neurociencias y
la neurosicoeducación pueden contribuir y
proporcionar al hombre moderno, nuevas y sencillas maneras de mejorar su
calidad de vida.
Todos sabemos que sonreír es algo bueno, pero hoy podemos conocer
qué produce en nuestro cerebro, y por lo tanto, si lo deseamos, ponerla en
práctica, recordando contraer el músculo orbicular de los ojos.
Y de ahora en más no lo dudes:
¡SONREÍ CADA VEZ QUE PUEDAS!