Dormir menos hace
que la gente coma más y aumente de peso. Un nuevo estudio sugiere que una de
las razones puede ser el impacto que la falta de sueño tiene en el cerebro.
La investigación
mostró que privar a la gente de sueño durante una noche creó cambios
pronunciados en la forma en que sus cerebros respondieron a la comida chatarra
alta en calorías. Los días en que los sujetos no habían tenido la cantidad de
horas de sueño adecuada, los alimentos que engordan, como las papas fritas y
dulces, estimulan respuestas más fuertes en una parte del cerebro que ayuda a
regular la motivación para comer.
Al mismo tiempo,
los sujetos experimentaron una fuerte reducción de la actividad en la corteza
frontal, una parte de nivel superior del cerebro donde las consecuencias se
analizan y se toman decisiones racionales.
Un cerebro
somnoliento parece responder no sólo con más fuerza a la comida basura, sino
que también tiene menos capacidad para frenar ese impulso.
La relación entre
la pérdida de sueño y el aumento de peso es muy fuerte y esto ha sido confirmado en una
variedad de estudios a lo largo de los años. Muchos estudios muestran que los
adultos y los niños son más propensos a tener sobrepeso u obesidad, cuando
duermen menos. Se ha demostrado que cuando las personas duermen
ocho horas una noche y la siguiente duermen solo cuatro horas, terminan
comiendo más en los días en los que han tenido menos horas de sueño.
También se ha comprobado que los efectos subyacentes de la falta de sueño en el cuerpo pueden,
en gran medida, verse acentuados. La hormona del estrés “cortisol” sube y los
marcadores de inflamación también. Las hormonas que estimulan el apetito aumentan
mientras que las hormonas que lo bloquean disminuyen.
En un nuevo
estudio realizado en la
Universidad de California, Berkeley (publicado en la revista
Nature Communications) se reclutaron 23
hombres y mujeres sanos y los asignaron a dos experiencias y observaciones, con un intervalo entre cada una de siete días.
La primera vez las
personas llegaron al laboratorio y tuvieron una noche normal de descanso -
aproximadamente ocho horas - antes de despertar y tener un pequeño desayuno de
tostadas y mermelada de fresa.
Luego se les pidió
que miraran 80 fotografías de una variedad de alimentos y que calificaran la
intensidad con que ellos los deseaban, mientras que una escaner midió la
actividad cerebral. Se les dijo que después de realizar esta calificación ellos
recibirían uno de los alimentos marcados como los más deseados.
La segunda vez,
las personas siguieron la misma rutina, pero esta vez, en vez de dormir, se
quedaron despiertas toda la noche. También ingirieron aperitivos - como
manzanas y galletas de mantequilla de maní - para compensar las calorías
adicionales que quemaron al estar despiertas.
La investigación
mostró que cuando los sujetos estaban con cara de sueño o sin dormir,
prefirieron fuertemente los alimentos con más calorías, como dulces, chocolate
y las papas fritas. Los alimentos que solicitaron cuando tenían sueño contenían
un total de 600 calorías más que los alimentos que elegían cuando estaban bien
descansados.
Al mismo tiempo,
los escáneres cerebrales mostraron que en la mañana después de la noche sin
dormir, los alimentos muy calóricos producen una intensa actividad en una
estructura con forma de almendra llamada amígdala, que ayuda a regular las
emociones básicas, así como nuestros deseos de cosas tales como la comida. Esto
fue acompañado por una fuerte reducción en las áreas corticales del lóbulo
frontal que regulan la toma de decisiones, áreas del cerebro más desarrolladas
que, entre otras funciones, controlan la amígdala y otras estructuras cerebrales
primitivas.
Los
científicos dijeron que estos resultados ayudan a explicar por qué las personas
hacen malas elecciones alimenticias y comen mucho más de lo que necesitan
cuando están fatigados.
El ser humano
tiene alrededor de 16 horas de funcionamiento óptimo antes que el cerebro necesite
“desconectarse” y dormir. Si la persona
excede esas 16 horas sin dormir, las redes cerebrales comienzan a debilitarse y
convertirse en disfuncionales.
Cada vez es más
evidente, a partir de la literatura médica, que no hay un solo tejido en el
cuerpo que no se beneficie con el sueño.
Dormir
es “la medicina natural” más eficaz que debemos respetar todos los días para mantener
y restablecer la salud de nuestro cerebro y de nuestro cuerpo.