martes, 18 de febrero de 2014
viernes, 7 de febrero de 2014
La cena. Un momento importante para nuestra atención.
En un estudio realizado en
UCLA’s Center on Everyday Lives of
Families, se observó como los niños son socializados y aprenden un
lenguaje en distintas partes del mundo y se utilizó como contraste la experiencia
en Samoa (isla en el Pacífico Sur, población: 195.000 habitantes) y en la clase
media americana como ejemplo de la civilización occidental.
En Samoa
se alienta a los niños desde muy pequeños a dirigir su atención hacia los
otros. Es común que los cuiden sus
padres como así también parientes, amigos y se acostumbran a prestar atención a
los demás y sus necesidades. Al ser
cargados por sus madres los bebés van mirando hacia fuera. Aún antes de caminar los niños observan y
tienen en cuenta lo que los demás hacen y lo que sienten.
Por contraste en el mundo occidental en una sociedad
más individualista, los niños desde muy pequeños se focalizan en sus propias
necesidades y deseos. Los padres llevan a los bebés en cochecitos, en asientos
especiales en el auto, en sillas altas para comer, duermen en sus cunas en sus
propios dormitorios, algo que sería impensable en otras culturas.
Antes de ingresar al jardín
de infantes el círculo de personas que cuidan al bebé está limitado, en
general, por sus padres y tal vez una babysitter que puede ser una abuela o una
empleada. A estos bebés se los estimula para que presten mucha atención a
objetos, sus formas, colores, sonidos.
Estas diferencias culturales
en la forma que son criados los niños y como se entrena su atención, se ve
reflejada en la vida social.
En una parte del estudio realizado en UCLA’s Center on
Everyday Lives of Families se focalizó
la observación en un momento muy importante del día: la llegada de los padres a la casa a la noche y la cena.
Lo que se observó fue que la
mayoría de los niños, ante la llegada de sus padres, continuaban focalizando su
atención en sus pequeños mundos, frecuentemente electrónicos.
Los padres se prestaban tan
poca atención uno al otro como los chicos le prestaban a ellos. Tal vez, un niño por un momento sintonizaba
con la llegada de la madre. El 80% de las veces los padres eran ignorados o
tratados como “un segundo foco de atención” tal vez recibiendo un saludo con la
mano o un “choque los cinco”.
Lo que fue evidente es que
es muy raro que un niño se levante y pregunte a su mamá o papá “Cómo estás?”
Si existe un momento que
deberíamos considerar como sagrado en la vida de la familia tal vez sea la cena, un momento en el ajetreo
diario donde los miembros de esta mini-sociedad se encuentran y comparten sus experiencias,
sus preocupaciones, sus alegrías, sus vivencias, sus sentimientos…………..su vida.
En el estudio se observó que
las familias observadas cenaban juntas 17% del tiempo, aún cuando todos estaban
en casa.
Tal vez en esta época
postmoderna, la cena es una comida que ocurre en diferentes momentos, en
diferentes lugares de la casa y con diferentes participantes.
En una cena típica, dos
miembros de la familia pueden cenar pollo en la cocina, alguien entra casualmente
y se une a ellos, luego uno de ellos se va de la mesa, mientras otro miembro
del grupo come pizza en su cuarto mientras trabaja en la computadora.
Aún cuando las familias
hacen un esfuerzo y cenan juntos, muchas veces la cena se convierte en un
momento en el que se focaliza la atención en las cosas negativas ocurridas
durante el día.
Muchas veces el padre toma
el rol en ese momento de “evaluar” los eventos del día. La madre le dice a los
hijos que le cuenten a su padre lo que pasó en la escuela y muchas veces la
cena termina en una serie de reprimendas y amenazas que lejos de crear un
momento de compartir se convierte en un interrogatorio odiado y odioso para
todos.
En esta sociedad donde los
logros y los resultados son tan importantes, muchos padres en su afán de
encaminar la vida de sus hijos por el sendero del éxito, fijan su atención en
los logros académicos, los cuales, si bien son importantes, no son los únicos
logros que deberían ocupar nuestra atención.
Hoy en día se presta mucha
atención a la inteligencia emocional de las personas, tanto o más que a sus
calificaciones académicas.
La resolución de conflictos,
resistencia a la frustración, capacidad de decidir, manejo de las emociones,
planificación, automotivación, creatividad, perseverancia, autoestima, manejo
de relaciones interpersonales son algunas de las funciones ejecutivas de
nuestro cerebro que constituyen nuestra inteligencia emocional y que
necesitamos aprender desde pequeños.
La educación académica es
muy importante y no debe ser descuidada pero no olvidemos que la educación emocional es esencial para
ayudar a desarrollar seres felices.
Sin duda la familia es el
lugar de origen donde todos aprendemos a ser emocionalmente inteligentes y para
ello es importante crear el momento, el lugar, el contexto donde podamos hablar
de nuestras experiencias diarias, de nuestros logros, de nuestros fracasos, de
nuestros miedos, de nuestras emociones, de nuestras frustraciones con nuestros
seres más cercanos, con quienes podemos sentirnos seguros y contenidos para
abrir, bucear y mostrar nuestro mundo interior pues todo esto hace a nuestra
vida como seres humanos íntegros.
Tal vez la cena sea un buen
momento para elegir en qué focalizar nuestra atención y cómo educar a estos
maravillosos cerebros que tenemos en nuestras manos empezando por un cariñoso “Cómo estás hoy?”
Suscribirse a:
Entradas (Atom)