La vida es una
escuela. A ella venimos a aprender todas las lecciones que necesitamos.
En nuestros
primeros años aprendemos básicamente a sobrevivir pero luego, cuando eso ya lo
hemos conseguido y ya no es necesario, nos enfrentamos con lecciones cada vez más
complejas, cada vez más profundas que tienen que ver con la esencia misma del
ser humano, con la esencia de ese ser humano que elegimos ser.
Enfrentarnos a lo
bueno y lo malo, a la luz y a la sombra en nosotros y en los demás es parte
necesaria de ese proceso.
Experimentar lo
bueno y lo malo, lo lindo y lo feo, la alegría y la tristeza, la honestidad y
la deshonestidad, la lealtad y la traición y todo el arco íris de emociones,
actitudes y experiencias que van desde la mayor iluminación hasta la oscuridad
más profunda es un paso indispensable para que, una vez que las hemos conocido,
vivenciado, atravesado y conozcamos todo el espectro, en cada caso, podamos re-elegirnos. Es aquí donde reside
nuestro verdadero libre albedrío, elegir
el ser humano que queremos ser, elegir el lugar de luz o de sombra y cada
día diseñar como vivir el resto de nuestra vida.
Es por esto que,
cada vez que nos encontremos con situaciones, actitudes, emociones,
intercambios, palabras, sufrimientos, experiencias que nos resulten difíciles,
negativas, hostiles, oscuras, tal vez, podamos pensar “Qué puedo aprender de
esta situación o de esta persona?” Es
allí donde están nuestros mejores “maestros”, es allí donde está nuestro mayor
potencial de aprendizaje y crecimiento.
Para esto hemos
venido a esta vida, para crecer y ser cada vez mejores seres humanos con una
mayor conciencia….si eso es lo que elegimos!
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